Hay
personas, que están destinadas a entrar en tu vida. Puede que más tarde se
vayan, o que se queden para siempre. Puede que vuelvan después de haberse ido.
Los amigos entran sin ser llamados, y salen de
la misma forma, pero siempre vuelven igual que como entraron.
Elegiste
a la chica del pelo rizado para ser tu amiga porque a pesar de vuestras
diferencias hay una semejanza que os vincula, y no elegiste al chico pelirrojo
porque tenéis más diferencias que semejanzas.
Mi vida
en Pawl Cheestervil, se reflejaría por eso. Mis amigos, mis semejantes, los
vinculados a mi alma.
El
toque de queda era a las once y media. A partir de esa hora los fantasmas
salían de la nada y vigilaban cada aula, cada pasillo, cada rincón… sin
molestar en las habitaciones de los alumnos. Nuestra reunión con la directora
era a las doce, y debíamos esperar a que un profesor nos diera su permiso para
ir al despacho, porque si no los fantasmas tenían el derecho de castigar y
asustar a quien incumpla las normas. Llevábamos una túnica roja, que indicaba
nuestro nivel, con nuestras correspondientes insignias de nuestro equipo y
curso.
Esperamos
impacientemente hasta que la profesora de botánica llamó a la puerta.
Preguntó por nuestros nombres, y al oírlos
asintió y nos condujo a la torre central del castillo, hasta llegar a un muro
de ladrillos.
-¿Qué hacemos
aquí? – preguntó Celia.
-Llamen
a la puerta y digan sus nombres en voz alta. -A continuación, desapareció
envuelta en una nube de polvo. Nos miramos, con los ojos abiertos como platos y
en silencio. Volvimos a mirar el muro. Ladrillos, solo habían ladrillos.
-¿Pero
de que puerta habla? – pregunté a Celia.
-Yo que sé,
estoy tan perdida como tú.
De
pronto, se escucharon pasos rápidos, y apareció un chico, cuya cara me era
familiar. No era Javi, este chico era mayor. Tampoco era Sergio, el del barco. ‘Dios mío, yo a este le conozco…’
-Carlos-
dije.
-¿Julia?
Sabría que vendrías – Sonrió y me dio dos besos.
-Eres
especial, como nosotras… - empecé a decir
-Pues
claro, ¿no pillaste la indirecta? Soy un halcón. Podía transformarme en
cualquier ave, pero desde hace un año, solo puedo ser un halcón. Te esperaba
más espabilada July.
-¿Desde cuándo
se puede ser un halcón?- soltó Celia.
-Desde
que se puede ser sirena ¿no...?
-Celia –
respondió ella.- ¿cómo lo has sabido?
-De
repente sois las chicas más hermosas que he visto en mi vida, vuestra voz es
angelical y lleváis tatuado la misma caracola en la muñeca. Una marca de
nacimiento ¿no? Propio de sirenas del norte.
En fin… entremos…
.¿A
dónde? Dios mío todos igual, que es un muro, no hay puerta… - Yo estaba más
confundida que nunca.
Carlos
movió la cabeza expresando una negación, se acerco al muro y lo golpeó dos
veces.
-Carlos
Díaz, 2 Año de Iniciación B. Bondad.
Los
ladrillos se fueron agrupando de forma vertical, hasta formar una puerta sin
pomo y con una cerradura. Carlos empujó la puerta y como parecía que esperaba,
estaba abierta.
-Julia,
paciencia y observación. – Me dijo mirándome a los ojos – toma nota.
Entramos
a una sala repleta de estanterías y libros. En el centro había un gran
escritorio con pergaminos y la silla estaba vacía. Fuera cual fuera la función
de la directora, su afición era leer. Solo había libros. Y algún que otro
artefacto que no supe saber que era. Enfrente del escritorio, se encontraban diez
sillas. Dos de las cuales estaban ocupadas. Allí se encontraba Sergio, el
estudiante del barco, y una chica rubia delicada como el cristal. Los nombres
estaban en las sillas. Cada uno se dirigió a la suya, y se sentó a la espera
del resto.
-Mirad
quien está aquí, la sirena que se enfrentó a un hombre lobo y rescató a otro. ¿Qué
tal tu breve estancia en Pawl Cheestervil? – me saludó Sergio.
-¿Por
qué los conoces a todos? – me preguntó Celia.
-No
quieras saberlo – respondí en un susurro.
Cuando
iba a responderle, la puerta de los ladrillos volvió a abrirse, dando paso a
Cristina, un chica con una larga y oscura cabellera y ojos color claros, y un chico
alto y fuerte con mirada escalofriante. Se sentaron en sus correspondientes
sitios, y entonces nadie se atrevió a hablar. Cristina buscaba con la mirada a
su hermano, y faltaba alguien más. No se dijo un palabra más hasta que llegó el
hombre lobo y su compañero, el último de todos.
Entonces,
el chico robusto y fuerte, se levantó y se situó frente a ellos.
-Bienvenidos
un año más a Pawl Cheestervil , soy Marcos Rodríguez, 3 Año de Nivel secundario
A, equipo Valentía. He sido autorizado para hacer una pequeña introducción de
por qué estamos aquí, hoy, todos reunidos.
El
chico, era alto, moreno, de piel muy oscura. Sus ojos grandes y alerta, se movían a
mil por hora estudiándonos a cada uno, y lucía su túnica azul noche con gran
esplendor. Tendría 20-21 años, y una boca relativamente grande. Tenía algo, que
le hacía parecerse a Javi, pero aun así, eran tan diferentes… Hablaba decidido
y orgulloso, y respiraba con calma y tranquilidad.
-Permitidme
que haga las presentaciones, es esencial que sepamos el principal motivo por el
que estamos aquí:
''Cristina
Soria, 1 Año de Iniciación A, Equipo Valentía, poder de la licantropía.
Javier Soria,
1 Año de Iniciación B, Equipo Honor, poder de la licantropía voluntaria.
Julia
García, 1 Año de Iniciación B, Equipo Valentía, poder de transformación en
sirena.
Celia
Belmonte, 1 Año de Iniciación C, Equipo Honor, poder de transformación en
sirena.
Juan
Romero, 2 Año Iniciación A, Equipo Honor, poder de controlar el fuego.
Carlos
Díaz, 2 Año de Iniciación B, Equipo Bondad, poder de transformarción en halcón.
Paula Ramírez,
1 Año Nivel Secundario C, Equipo Sinceridad, poder de dominar el invierno.
Sergio
Cruz, 2 Año Nivel Secundario B, Equipo Bondad, poder de vinculación con los
bosques.
Clara Almagro,
2 Año Nivel Secundario C, Equipo Sinceridad, poder de vinculación con los
bosques…''- Y antes de que dijera una palabra más llegó nuestra directora.
-BIENVENIDOS
ALUMNOS ELEGIDOS – nos recibió.