La
mirada de Javi se volvió más amenazadora, y arrugó las cejas. Cristina me estudiaba,
preparándose para cualquiera de mis reacciones.
-Así que
tengo razón ¿no? Sois licántropos – proseguí.
-Y tú
eres un pescado – me insultó Javi.
Se que
suena muy estúpido, porque nunca os afectaría la palabra pescado pero para una
sirena que está por encima de cualquier pez, eso es una falta de respeto muy
grave.
-¿Y a ti
que te pasa? ¿Qué problema tienes con las sirenas? Pues si lo soy, y a mucha
honra.
-Las
sirenas son monstruos asesinos con el cuerpo tentativo y provocativo de una
mujer – respondió.
Ese
chico, me sacaba de casillas. Ya podía ser el más guapo del planeta, pero creído
y borde era un rato. Me dio la espalda y se retiró hacia los camarotes. Justo
entonces decidí que ya había caído suficiente bajo, y por mi santo orgullo, no
iba a dejar que alguien como él me hiciera perder la dignidad.
-Tu en
cambio solo eres un chucho que necesita que le saquen a pasear, porque ya es
hora de que veas que no eres la perfección del mundo.
Se giró
velozmente, lleno de ira, que en milésimas de segundo iba a descargar contra mí.
Me estaba gruñendo, enseñaba sus colmillos y se encorvaba. Pero en cambio, yo, sonreía. Estaba todo
controlado. Los licántropos solo se transforman en luna llena, y justo entonces
había un sol radiante en el cielo.
Pero de
pronto, un rugido de odio escapó de la boca de ese chico, que poco a poco se
vio sometido a un proceso de transformación doloroso. Cayó al suelo a cuatro
patas, le crecieron garras y pelo negro como el carbón. Su boca comenzó a ser
un hocico, y sus dientes más afilados y mortales que nunca. La tela de la ropa
se rompió en poco tiempo, y delante de mis narices se encontraba un animal
enorme y peligroso a punto de matarme. Si he de deciros que sentí en aquel
momento, juro que no era miedo. Es más, me sentía impresionada, y admiraba lo
que veían mis ojos, porque ante la mirada de cualquier humano, se trataba de un
monstruo, pero ante la mía, era un ser bello y respetado.
-¡JAVI
NO! – Gritó su hermana- ¡NO HAGAS NADA DE LO QUE PUEDAS ARREPENTIRTE!
La
chica, con todo su valor y coraje se interpuso entre los dos, pero su forma
humana no podía detener a aquella bestia descontrolada.
Desde
un principio, el ataque de Javi iba dirigido hacia mí, pero fue Cristina quien
lo sufrió, al interponerse entre nosotros. El lobo, se sostuvo en sus dos patas
traseras, para saltar hacia mí, y cuando vio la figura de su hermana ante él, intento retener el ataque y solo consiguió
empujarla con violencia hacia la cubierta. Y no todo acabó ahí; Cristina cayó
de mala manera, e intentó mantener el equilibrio aun que en vano, ya que fue
directa al mar.
-HOMBRE
AL AGUA –gritó un marinero.
El
lobo, se detuvo a recapacitar. Me miro a mí, y luego al agua. Gimió varias
veces y luego hizo el proceso de transformación inverso, para volver a ser
quien era; el humano irresistible pero borde de siempre. El único… no sé si
llamarlo ‘inconveniente’, fue que cuando volvió a ser persona se encontraba
desnudo ante mis ojos. Rápidamente, desvié la mirada y me asome por la borda.
Cristina, de alguna manera intentaba sostenerse en el agua, pero no duraría mucho
más. Se ahogaba.
-Sálvala
– me dijo Javi– no sabe nadar.
-No voy
a obedecer tus órdenes monstruo – respondí con desprecio.
He de
decir que estaba esperando otro ataque, una mirada de odio, un lobo, cualquier
cosa, menos unos ojos que reflejaban angustia y desesperación. . Y entonces, con lágrimas en los ojos, por primera vez, pronunció mi nombre.
-Julia, por
favor, no quiero perderla.
Yo no
me lo pensé dos veces. No lo hice por él, eso desde luego. Lo hice porque
aquella chica acababa de dar su vida por la mía; había intentado
enfrentarse a un lobo dos veces mayor que ella para defenderme, y había salido
pagando las consecuencias. Y no era justo.
Me
quité la cazadora a toda máquina y me desaté las sandalias. Me dejé el pelo
suelto y salté de cabeza al agua con solo el vestido blanco puesto.