EL JUEGO

Bienvenido lector, a El Juego de las Mil Historias:
Siempre me ha encantado escribir pero nunca he podido acabar ningun proyecto, por lo tanto, te propongo que leas algunas de mis redacciones y me ayudes a encontrar un final para ellas.
El juego consiste en enviarme un mensaje hablandome de la historia que más te gusta y diciendome que querrias que pasara acontinuación.
La historia se publicara con su título y el número de la entrada en carácteres romanos.
Ej. Dos de Oros (I)
Ej. Dos de Oros (II)
A la derecha esta el archivo con todos los artículos publicados.
A la izquierda las encuestas sobre las historias.
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P.D (2): Comparte tu imaginación conmigo

Fdo.
MAR CULPEPER

miércoles, 30 de enero de 2013

LUNA BLANCA (XI)



El señor Fortemeve, trabajaba en las cuadras. Su cliente preferido era el caballero ‘Caronte’.  O por lo menos, ese era su seudónimo. Iba todos los martes y jueves, y dejaba durante siete horas exactas a su bellísimo corcel blanco –Arístides- en compañía del resto de los caballos. Ese martes por la tarde, se había desencadenado una horrorosa tormenta en el pueblecito de Vilmeo. El señor Fortemeve deba de comer un poco de heno al corcel del gran caballero, cuando las puertas de la cuadra se abrieron de par en par, y entró una chica jovencita. Llevaba un vestido verde como el muérdago, pero se había arrancado la falda de manera que le llegaba hasta las rodillas. Bajo el traje iba con unos pantalones de pana bien apretados, y unas botas negras desgastadas. Lucía esbelta su capa oscura, y con la capucha escondía su rostro. Llevaba el caraj de flechas colgando de su espalda, y el arco bien agarrado. Se acercó cuidadosamente a los caballos y los inspeccionó.
-Disculpe señorita… ¿Puedo ayudarle en algo? – El señor Fortemeve, hizo un intento en vano para ver la cara de la chica.
-Si señor – respondió la niña- Necesito dos corceles. Concretamente este negro y el que esta acariciando usted.
-Puede comprar el negro a un elevado precio. No sé si lo podrá pagar… - murmuró esto último mirándole de arriba abajo con desprecio – El blanco ya tiene propietario.
-¿Quién? – exigió saber la muchacha.
-Un tal Caronte, nadie sabe de donde procede.
-¿Caronte? Eso no es posible. Caronte era el barquero de Hades, el dios de los muertos. Tenía que transportar las almas por el rio del inframundo. Es mitología griega.
-Óigame usted muchacha – rugió el hombre de repente – Esto no es ni de su incumbencia ni de la mía, lárguese.
-Me quedo con los dos caballos. Y por cierto ese Caronte es falso.
-¿Qué está diciendo mujer?
-Dice que se queda con los dos caballos – susurró una voz tras su espalda – y que ya que has conocido al falso Caronte, es hora de que conozcas al verdadero.
Rápido como el viento, la espada de Adrián atravesó la espalda del señor Fortemeve. El cuerpo del muerto se quedó en el suelo durante un instante, y el chico se quedó observándolo sin apenas creer que el asesino era él.
-No contaba con tu ayuda – Carolina se quitó la capucha - ¿De dónde ha salido esa espada?
Adrián sonrió un poco, orgulloso de haber sorprendido a la cazadora, y luego señaló a una niña de siete años que había a sus espaldas. La pequeña María sonrió tímidamente y señaló a una herrería en la calle de enfrente.
-¿Has robado la espada preciosa?
María asintió contenta con su trabajo. Y con su delicada voz dijo:
-Adrián está muerto, por mucho que lo mires no va a revivir.
Las carcajadas de Carolina resonaron por todas las cuadras. Esa cría estaba demasiado espabilada. Que gran futuro le esperaba. Las dos chicas sacaron a los caballos y les montaron las sillas.
-Adrián, VA – ordenó la mayor.
El chico bajó de su mundo, y subió al caballo, seguido de su hermanita pequeña. Salieron a toda máquina del pueblo, pronto los guardias les perseguirían. El caballo de Adrián seguía al de Carolina, y esta última daba la sensación que los estaba desplazando hasta un sitio en concreto. Cabalgaron durante horas, como si no hubiera un mañana. Nadie les seguía, por lo tanto Adrián no llegaba a entender que prisas tenía esa chica para llegar a su objetivo.
Cuando caía el crepúsculo, llegaron a una casita en lo alto de una colina. Soltaron a sus caballos y les dieron de comer. Adrián llamó a la puerta, pero nadie le abrió.
Miro la casa durante unos minutos. Era pequeña, de madera y discreta, si no hubiera sido porque Carolina les había conducido hasta allá, no la habría visto. Parecía un lugar acogedor pero sin embargo desprendía un olor a humedad y polvo,  que quitaba todas las ganas de pasar una sola noche en ella.
-Está abandonada – Dijo Carolina – Nadie puede vivir aquí.
-¿Y tú qué sabes? – le espetó.
-Nadie quiere vivir en una casa donde han asesinado a alguien – y antes de que Adrián lo entendiera dijo – Hogar dulce hogar.
Lo entendió todo. Era la casa donde en su tiempo vivió Carolina con su hermana Ariadne y su padrastro. Era el lugar del que Ariadne huyó. Y era el lugar donde Carolina atravesó con una flecha a su padre. Decidió no decir nada respecto al tema, estaba bastante cansado. Entró y vio una sola habitación con dos literas. Carolina miró la litera superior de la derecha con tristeza y añoranza. Y luego se sentó en la de abajo y murmuró.
-Monta guardia – cerró los ojos, y empezó a dormirse.
Adrián salió de esa casa que sabía a pena y desgracia. Buscó a su hermana con la mirada pero no la encontró. Bajo la colina llamándola varias veces, y se internó en el bosque.
Gritó su nombre. Nadie respondió. Por un momento su corazón empezó a latir a toda prisa asustado, pues temía que la hubieran secuestrado y entonces…
-¡Adri, Adri!- la niña apareció de entre los arbustos- mira lo que me he encontrado, ¡es para ella!
Adrián, no entendía nada. María extendió una hoja amarillenta doblada dos veces y el la cogió curioso.
‘’Para Carol. Ariadne’’
Ni si quiera se le pasó por la cabeza leerla. Lo hacía y Carolina le rebanaba la cabeza, eso estaba claro.
-¿De dónde has sacado esta carta cariño? – le preguntó a María.
La pequeñita, le cogió de la mano y lo condujo entre la espesura del boque. Enseguida llegaron a un rio y cerca del río había un pozo. María señaló un ladrillo y dijo:
-Estaba entre esos dos.
-Rápido, hay que dársela.
Corrieron hasta la casa, Carolina seguía durmiendo y ninguno se atrevió a despertarla. Pero antes de que anocheciera por completo Adrián se armó de valor.
-Carol… Carol…- la llamó suavemente.
Esta se giró de lado.
-Eh… Despierta porfas- y ella le propinó un manotazo en la nariz.
-AU – gritó.
-Quejica…- murmuró la chica.
-Tenemos una carta para ti. Es de Ariadne – Interrumpió María.
Los ojos de la bella durmiente se abrieron como platos.

1 comentario:

  1. Me encanta esta historia :D Eres genial, por favor continua escribiendo.
    Un beso ^^

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